Si alguien necesita reponer energías, esta Casa es el sitio ideal. No solo por el paisaje que la rodea, sino, sobre todo, por quienes la habitan y hacen de la estancia un auténtico privilegio para los sentidos. Solo tiene un defecto: que no puedes quedarte eternamente. Volver a la realidad se hace muy duro y únicamente te queda un consuelo: pensar en regresar a Aniz para recuperar la paz y la tranquilidad, hablando con Maider, con Iñaki o con Emma, o paseando, sin rumbo, por sus colinas ondulantes.
Indispensable para saborear la vida.